SU ORIGEN: Arabia es una gran península
asiática de tres millones de kilómetros cuadrados, limitada por el
Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Las civilizaciones, que se
desarrollaron en Egipto y en Oriente, en su expansión chocaron siempre con el
enorme desierto arábigo, inmenso obstáculo natural. Sus costas rocosas
dificultan la navegación. Arabia es: "Djesirat el Arab", la isla de
los árabes. El desierto se extiende por las nueve décimas partes del país. De
esta tierra reseca y recalentada levántanse nubes de polvo que llegan a
oscurecer el Sol. No existen corrientes de agua y sólo a temporadas algún que
otro miserable riachuelo cruza el país. Según una antigua tradición, los
pobladores de Arabia son descendientes de Ismael, hijo de Abraham y de su
esclava Agar.
En
el siglo VI se hallaban claramente diferenciadas dos clases de población: la
nómada y la sedentaria. A la primera pertenecían los árabes trashumantes
-beduinos- que llevaban una vida ruda y llena de peligros. Practicaban el robo,
el pillaje y el asesinato sin remordimiento alguno.
El
beduino que más hijos tenía era el más considerado. Las tribus vivían en un
constante estado de enemistad y de guerra, pues no concebían las ventajas de la
unidad. Eran poco religiosos, adoraban a numerosas divinidades y a bloques de
piedra que transportaban en su incesante deambular por el desierto. Algunas
tribus se habían convertido al judaísmo y a la religión cristiana, por lo que,
durante el siglo VI existió un movimiento religioso que tendía al monoteísmo.
Sin embargo, entre estas tribus existía un lazo de unión formidable: la lengua. El árabe se enorgullecía de la riqueza de su vocabulario y procuraba sostener su pureza. Las faltas cometidas al hablar eran castigadas a bastonazos y los poetas eran considerados como seres privilegiados y mágicos. Los beduinos escuchaban embelesados sus narraciones.
Sin embargo, entre estas tribus existía un lazo de unión formidable: la lengua. El árabe se enorgullecía de la riqueza de su vocabulario y procuraba sostener su pureza. Las faltas cometidas al hablar eran castigadas a bastonazos y los poetas eran considerados como seres privilegiados y mágicos. Los beduinos escuchaban embelesados sus narraciones.
La
ciudad más famosa de Arabia era La Meca. Allí se hallaba la Kaaba, el santuario
de los árabes. De los puntos más lejanos acudían beduinos para besar la piedra
negra y redimir sus pecados. Todas las caravanas del desierto confluían en
aquel lugar y la ciudad fue creciendo y prosperando. Opulentos mercaderes
organizaron en ella una especie de república. En sus mercados se compraban y
vendían mujeres, esclavos y camellos.
MAHOMA. Un muchacho árabe -Mahoma (570-632)- fue el hombre llamado a cambiar la manera de pensar y sentir de sus compatriotas. Huérfano de madre a los seis años, tuvo una infancia muy dura. A los 24 años estaba al servicio de la viuda Khadidja y dirigía las caravanas que se encaminaban a
Egipto, Palestina y el Golfo Pérsico. Conoció las doctrinas cristiana y judía y llegó a la convicción de que la idolatría era algo absurdo. A los 40 años tuvo crisis místicas y alucinaciones y creyó oír la voz de Dios que le hablaba por medio del arcángel San Gabriel. Llegó a la conclusión de que sus compatriotas acabarían por ser conquistados si antes no alcanzaban la unidad política, la paz interna y rendían culto al Dios verdadero. Para salvarles comenzó a predicar una nueva religión a la que designó con el nombre de Islam, que significa resignación a la voluntad de Dios. Los historiadores musulmanes fijan el año 611 como la fecha inicial de la predicación islámica. Mahoma invocaba el nombre de un Dios verdadero: Alá, de quien era único profeta.
MAHOMA. Un muchacho árabe -Mahoma (570-632)- fue el hombre llamado a cambiar la manera de pensar y sentir de sus compatriotas. Huérfano de madre a los seis años, tuvo una infancia muy dura. A los 24 años estaba al servicio de la viuda Khadidja y dirigía las caravanas que se encaminaban a
Egipto, Palestina y el Golfo Pérsico. Conoció las doctrinas cristiana y judía y llegó a la convicción de que la idolatría era algo absurdo. A los 40 años tuvo crisis místicas y alucinaciones y creyó oír la voz de Dios que le hablaba por medio del arcángel San Gabriel. Llegó a la conclusión de que sus compatriotas acabarían por ser conquistados si antes no alcanzaban la unidad política, la paz interna y rendían culto al Dios verdadero. Para salvarles comenzó a predicar una nueva religión a la que designó con el nombre de Islam, que significa resignación a la voluntad de Dios. Los historiadores musulmanes fijan el año 611 como la fecha inicial de la predicación islámica. Mahoma invocaba el nombre de un Dios verdadero: Alá, de quien era único profeta.
Los
comienzos fueron difíciles, pues no logró convertir más que a su esposa y a
unos pocos amigos, y tropezó con una fuerte oposición en La Meca, donde los
koroichitas, sus compatriotas, veían con malos ojos la nueva doctrina que
atacaba a las divinidades base de las peregrinaciones y de su enriquecimiento.
Mahoma no se desalentó, pero al comprobar que su permanencia en La Meca se
hacía de día en día más difícil y peligrosa, huyó a Medina -la ciudad rival- acompañado de 150 de
sus partidarios.
Esta
huida, llamada "hégira", tuvo lugar el día 20 de septiembre del año
622, y de ella parte la Era adoptada por todos los pueblos musulmanes. El
mérito de Mahoma consistió en elaborar una doctrina compatible con las antiguas
tradiciones de Arabia y en haber hecho del Islam una religión nacional. En el
año 630 se presentó en La Meca al frente de 10.000 hombres, que
La
doctrina religiosa del profeta es muy sencilla y se halla contenida en el
Corán, libro sagrado de los musulmanes. Todo queda reducido a la creencia en
Alá, Dios único, en el Juicio final, en la resurrección de los muertos y en la
predestinación..
LA EXPANSION ARABE. A la muerte de Mahoma los árabes poseían una misma religión, se habían acostumbrado a obedecer a un soberano y se hallaban en condiciones de iniciar la conquista de un imperio. Ellos fueron los intermediarios entre el mundo asiático y la Europa occidental. Se lanzaban al combate con empuje irresistible y, a pesar de carecer de bases militares, líneas de comunicación, provisiones y equipos, sus victorias fueron tan rápidas y decisivas que a los quince años de la muerte del Profeta, el estandarte de la Media Luna ondeaba en Damasco, Antioquía, Jerusalén, Trípoli, Egipto y gran parte del Norte de Africa.
LA EXPANSION ARABE. A la muerte de Mahoma los árabes poseían una misma religión, se habían acostumbrado a obedecer a un soberano y se hallaban en condiciones de iniciar la conquista de un imperio. Ellos fueron los intermediarios entre el mundo asiático y la Europa occidental. Se lanzaban al combate con empuje irresistible y, a pesar de carecer de bases militares, líneas de comunicación, provisiones y equipos, sus victorias fueron tan rápidas y decisivas que a los quince años de la muerte del Profeta, el estandarte de la Media Luna ondeaba en Damasco, Antioquía, Jerusalén, Trípoli, Egipto y gran parte del Norte de Africa.
Conquistaron
toda la Persia, el Turquestán y los territorios situados en las orillas de los
mares Negro y Caspio. En el año 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar, y tras
derrotar a los visigodos españoles en las márgenes del Guadalete, se
desparramaron como un ciclón por toda la Península Ibérica. Desde la frontera
de Francia empezaron a planear la conquista de Europa y la destrucción del
Cristianismo; franquearon los Pirineos y amenazaron la Galia, pero fueron
detenidos en
Poitiers por los francos. En aquella memorable batalla ocurrida el 732 murió el emir Abderramán el-Gafekí, caudillo árabe, vencido por el famoso Carlos Martel.
Poitiers por los francos. En aquella memorable batalla ocurrida el 732 murió el emir Abderramán el-Gafekí, caudillo árabe, vencido por el famoso Carlos Martel.
LA CIVILIZACION ARABE. Durante 500 años se enfrentaron dos
modos de pensar, dos religiones y dos concepciones de la vida: Mahoma y Cristo.
Desde el punto de vista moral y humano la civilización cristiana era más
perfecta en todos sentidos: por su especial consideración a la mujer y a los
débiles, por su exaltación de la virtud, por su sentido trascendente de
justicia, etc. Sin embargo, es preciso reconocer que los árabes desarrollaron
una civilización en la que ocupaba lugar muy preferente el cultivo de las
Ciencias, y que su sentido de la belleza era extraordinario como lo demuestran
los monumentos que de su plenitud se han conservado hasta nuestros días.
Los
árabes pudieron conocer gran parte del saber acumulado en Alejandría durante el
período llamado "helenístico". Gracias a ellos, y a través del camino
de España nos llegaron obras literarias como Calila y Dimna, el Sendebar y los
relatos de Las Mil y una Noche, entre otras. La Escuela de Traductores de
Toledo, fundada por el obispo Raimundo, fue una de las que más contribuyeron a
salvar la cultura clásica y oriental que nos llegaba a través de los
musulmanes.
EL ARTE ARABE. En la expresión artística del pueblo
árabe juegan dos factores importantes. Uno, la prohibición por parte de su
credo de representar la figura humana, y por otra su temperamento amante
del color, de las formas exuberantes y de la vida en sus manifestaciones más
cálidas. Por estas razones el arte árabe se vuelca en la decoración y en los
"arabescos", juegos de formas, de color y de luz, utilizando incluso
el agua como un elemento arquitectónico más. En todas las construcciones
abundan los adornos geométricos o inspirados en motivos vegetales para suplir
la limitación que implicaba la imposibilidad de pintar o esculpir formas
humanas.
EL PENSAMIENTO Y LAS LETRAS. Los árabes eran muy aficionados a los estudios filosóficos y se dedicaron a la propia especulación, pero también a la traducción de los pensadores griegos. Aristóteles les fue familiar, de modo que existió un aristotelismo musulmán paralelo al aristotelismo cristiano que informó la Escolástica. En el siglo XI vivió Avicena, que intentó una síntesis del pensamiento griego con el mahometanismo.
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