viernes, 5 de octubre de 2012

Movimientos sociales en la República Dominicana.


Movimientos sociales en la República Dominicana.
POR CARLOS DORE CABRAL
En la entrega anterior, “movimientos sociales: encuadre teorico (1)”, se decia que el esfuerzo hecho alli por colocar la cuestion en su estado teorico actual, perseguia discutir los referentes que son necesarios para explicar las caracteristicas relevantes de los movimientos sociales en general y del caso de  la Republica Dominicana en particular.
Movimientos sociales en la República Dominicana
Los movimientos sociales en el país tienen sus antecedentes más importantes en el movimiento campesino que enfrentó a las fuerzas de intervención norteamericana en 1916 y el movimiento obrero de los años cuarenta, constituido alrededor de la industria azucarera para enfrentar la dictadura trujillista.
De igual manera, en la etapa de transición democrática que se abre tras el ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo, emerge un movimiento estudiantil vigoroso que inicia su fase de consolidación con la lucha protagonizada por el sector en la consecución de un mayor presupuesto para la universidad estatal, a finales de los años sesenta.
  Más recientemente, a finales de la década siguiente, específicamente en 1979, nace el Movimiento Campesino Independiente, la expresión más acabada de la lucha campesina sin “narigoneo” gubernamental, con una clara vocación reivindicativa y de articulación con el movimiento obrero. De su interior nace años más tarde la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas, integrando novedosamente la perspectiva de género y la clasista.
Esos movimientos, esencialmente reivindicativos y anclados en su naturaleza por el referente productivo, no resistieron el instrumentalismo de los de izquierda y la política eclosionista y represiva de los gobiernos. Con su agotamiento y desmovilización, el reflujo de masas caracteriza la llegada de los años ochenta.Pero en los intersticios de la cotidianidad urbana latía un sujeto en construcción que irrumpe en el espacio público en 1984, a un año de firmado el acuerdo stand by con el Fondo Monetario Internacional y un día después de una serie de medidas económicas resultado de ese acuerdo, que dificultaban aún mas la vida de las mayorías.
En abril del 84, los pobladores de los barrios periféricos de la ciudad Santo Domingo invaden el espacio público reeditando de manera coordinada una jornada de lucha que dejó perpleja a la “vanguardia política”, incapaz de entender la acción independiente de las líneas generales trazadas desde arriba, a través de los cuadros presentes en la organización de los pobladores.
Ese levantamiento popular, esencialmente espontáneo, si no en su origen, en su diseminación, fue duramente reprimido por las “fuerzas del orden”.
A partir de ese momento surge un nuevo sujeto social. Nuevo porque tiene al territorio (y no a la unidad productiva) como el espacio donde reproduce su práctica social y construcción de cultura. Porque su relación con los partidos políticos (particularmente de la izquierda) es de independencia, de no subalternidad; no rechaza su presencia, pero asume la dirección de su propia lucha. Porque no encarnaba proyectos societales activados por una meta relato alternativo al capitalismo, pero sobre todo, por la diversidad de actores y organizaciones intervinientes, que crearon un espacio de legitimación del liderazgo a partir del compromiso con los fines.
Sin embargo, esa revuelta popular nace sin posibilidades de permanencia: huérfana de una clara identidad y un limitado sentido de pertenencia donde lo espacial no trascendía los escasos límites de la barriada, restringiendo la posibilidad de articulación, archipielagizando su práctica y perpetuando la fragmentación de las demandas.
Los movimientos que le sucedieron agudizaron esas características, incluyendo el distanciamiento de los partidos políticos y el rechazo a los dispositivos que desde lo estatal pretendían situar al movimiento en unos cauces institucionales de por sí frágiles, continuamente transgredidos por la ocurrencia de estallidos súbitos.
La forma en que desde la marginalidad las movilizaciones no encontraron manera de articularse, de agregarse, amplificó el grado de vulnerabilidad frente a los planes desmovilizadores del Gobierno, que de lo punitivo y el castigo pasó a la criminalización de las protestas y la aplicación de planes clientelistas y asistenciales y la infiltración de algunas de las instancias populares más emblemáticas y representativas.
Más adelante, en los barrios capitalinos y de las grandes ciudades, reinventaron una nueva modalidad organizativa: los CLP (Comités de Lucha Popular), que se convirtieron en los mecanismos más efectivos para la expansión y reactivación de la lucha reivindicativa.

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