A ningún gobierno que quiera mantenerse en el poder, sea bueno o malo, le conviene que lo cuestionen, que lo señalen, que saquen a la luz sus secretos. Al poder no le gustan los rebeldes. Muchas veces, el pago para esa rebeldía es, en el mejor de los casos, una persecución sin treguas. O la muerte. Es el caso de Óscar Pérez, el piloto venezolano que se enfrentó el régimen de Nicolás Maduro.
El gobierno lo llamó “terrorista”; y lo persiguió como tal. Desde junio de 2017 Pérez estuvo huyendo. En aquella oportunidad, tomó un helicóptero del aeropuerto de La Carlota, y, se dice, disparó contra el Tribunal Supremo de Justicia. Ese acto lo puso en el ojo del huracán.
“Nos están matando. Venezuela, lleven nuestro escudo, nosotros somos su espada, pero la espada verdadera es todo el pueblo unido”, fue lo último que Óscar Pérez dijo en sus redes sociales. Al fondo se oían las balas de las autoridades de Venezuela.
Las fuerzas militares lo habían localizado. Quienes en algún momento pudieron haber sido sus compañeros, los que llevaron el mismo uniforme, ahora lo cazaban por haber cometido la felonía de levantarse contra Maduro. El mismo Ministro de Defensa venezolano confirmó la muerte de Pérez en el operativo.
¿Mártir o terrorista?
Cuando se levantó contra Maduro y su gobierno, ya era algo reconocido en su país. Sin embargo, su nombre empezó a sonar con más fuerza desde ese 28 de junio.
“Somos una colación entre funcionarios militares, policiales y civiles en búsqueda del equilibrio y en contra de este gobierno transitorio criminal, no pertenecemos a tendencia política o partidista. Somos nacionalistas, patriotas e institucionalistas”, dijo Pérez en aquella ocasión, cuando exigió la renuncia del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
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